miércoles, 7 de mayo de 2008

Chopin y Xenakis

La pregunta final en el escrito sobre Debussy me llevó a pensar en la relación posible entre la música de Xenakis y la de Chopin. El tema bien podría propiciar una tesis, pero ya que esa no es la intención aquí, intentaré abordarlo con algunas generalidades apoyado por breves ejemplos.

A simple vista Xenakis y Chopin parecen tener poco en común. Quizá esa distancia se deba a las preconcepciones que se imponen al escuchar Chopin, por ejemplo, cuya música presenta un conjunto de códigos (como la relación armonía-melodía-ritmo) a través de los cuales la entendemos, por lo menos en parte. Dichos códigos ni siquiera asoman la nariz en la música de Xenakis.

Pero la música, la más relevante, no es solamente códigos. En el fondo se encuentra algo esencial, algo que podemos entender en términos de textura, densidad y movimiento, lo cual es mucho más relacionable con aspectos tanto físicos como emocionales. Es ahí precisamente donde se puede encontrar el vínculo entre estos y muchos otros compositores, independientemente de consideraciones más superfluas como el estilo. A esas profundidades sólo acceden los verdaderos artístas de la música.

Quizá sea más fácil entender la música de Xenakis en estos términos -textura, densidad y movimiento- debido precisamente a la mencionada ausencia de códigos comunes. Además, su música presenta características espaciales y visuales que otorgan un mayor acercamiento a su aspecto físico. Bloques y masas sonoras, así como glissandos y sonidos granulares hacen de sus obras eventos sonoros que transgreden los estándares de la percepción musical.



En Chopin encontramos parte importante del legado de la música europea. Escuchamos la adopción y desarrollo de la armonía funcional tradicional, sus derivados melódicos y un tratamiento rítmico que permanece dentro de los parámetros convencionales de métrica y pulso. Si a esto añadimos que la estructura de sus obras es relativamente simple y convencional, podríamos concluir que su música es accesible en un plano de entendimiento distinto a la de Xenakis. Y sí lo es, aunque sólo en parte.

La escucha atenta revela diferentes niveles o capas en
su obra. No es raro escuchar una bella y simple melodía junto a otra entidad sonora compleja y difusa que se desenvuelve lenta y gradualmente (por ejemplo en el conocido Preludio núm. 4). Es como ver en alguien una sonrisa que acompaña una gama compleja y pesada de emociones que asoman por la mirada. Así mismo, el vértigo que genera el Preludio núm. 12 es resultado de otra conjunción de capas: un ascenso cromático que deriva en un descenso diatónico zigzagueante sobre una plataforma estable de armonía y figuras rítmicas. La entidad musical resultante trasciende las nociones comunes de armonía, melodía y ritmo. Nos encontramos entonces en ese ámbito donde las cualidades sonoras y su movimiento son el fundamento expresivo de la música, así como sucede con Xenakis.

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